La reflexología es una técnica oriental milenaria. Se ejecuta mediante un masaje de pequeñas presiones en determinados puntos de los pies, manos, orejas, nariz, piel, uñas o cuero cabelludo.
Se fundamenta en la interconexión de los órganos internos con los meridianos energéticos y los nervios que comunican el cerebro y la columna vertebral con terminaciones principales en manos y pies.
La más conocida es la reflexología podal, por la facilidad de asimilación de las áreas a tratar, la accesibilidad al pie, y por su curiosa similitud morfológica con la figura humana.
En realidad, todo nuestro cuerpo es un conjunto interrelacionado que refleja el grado de bienestar, pudiendo actuar sobre él desde los puntos espejo.
Cuando hay alguna disfunción se forman pequeños gránulos de depósitos cristalinos de ácido úrico y calcio, que impiden el flujo energético adecuado en nuestro organismo, detectados al tacto en las terminaciones reflejas.
Con esta técnica milenaria se alivian nuestros malestares con un masaje de estímulo de puntos concretos que ayudan a calmar el dolor, facilitan la eliminación de toxinas, y a prevenir ciertas enfermedades y disturbios de la salud.
La reflexología es utilizada en clínicas y hospitales de diversos países como Dinamarca, Suecia, Finlandia, Singapur, Israel y USA, como una terapia complementaria.
El masaje podal es una fuente de relajación en sí mismo. Tratar sus puntos reflejos nos aporta beneficios emocionales y físicos integrales, reconfortando nuestro ser al completo y, a su vez, aporta un mimo extraordinario a los pies, esos gemelos tan olvidados y encerrados en un calzado, que bien merecen un respiro y cuidado especial. A fin de cuentas, nos conectan a la tierra, aportándonos confort, realismo y el sostén necesario del peso corporal en nuestro caminar diario.